Por: Ever Fredy Mamani Torres. Analista juniors de Negocios Internacionales y de Gestión Política
Henry Alfred Kissinger, político, diplomático y geopolítico consultor americano, de origen judeo-alemán, sirvió como Secretario de Estado y consejero de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, desempeñando un rol fundamental en la política exterior de ese país. Por sus acciones en la negociación, de un alto al fuego en Vietnam, se hizo acreedor del Premio Nobel de la Paz en 1973; aunque en circunstancias algo controversiales, ya que se dio en medio de la renuncia de dos miembros de dicho comité.
Mas allá de lo anecdótico, el libro de Kissinger, cuyo título original es The World Order, se publica en un contexto particular (setiembre de 2014) donde, el sistema de equilibrio internacional establecido por Occidente, tras el final de la Guerra Fría, muestra signos de debilitamiento. Recordemos que, durante la Guerra Fría, había dos potencias que luchaban por la hegemonía, Estados Unidos y la URSS (primaba un orden bipolar); finalizada esa etapa, se pasa de un orden unipolar (donde la principal potencia o hegemón era EE.UU.). Pues bien, al verse debilitado este orden, se pasa a uno de tipo multipolar (donde comienzan a surgir otras potencias como China, Rusia, India, Sudáfrica, entre otros), de manera que la ruptura de distintos órdenes regionales comienza a cuestionar la difusión de la democracia liberal impuesta por Estados Unidos y se orientan a ciertos cambios en las dinámicas del sistema internacional.
En las primeras páginas del texto, Kissinger, considera que “nuestra época está insistentemente, algunas veces desesperadamente, en busca de un concepto de orden mundial”[1]. Esta ha sido, precisamente, la razón por la que escribió “World Order” buscando ofrecer, en su estudio, un recuento de las diversas definiciones de orden existente y sus implicancias.
¿Podemos hablar de la existencia de un orden mundial?, esta pregunta ha dado inicio a dicha obra y es respondida por el propio autor cuando señala que “Jamás ha existido un verdadero orden mundial”; que lo que entendemos hoy por orden, fue concebido en Europa hace más de cuatro siglos, en una conferencia de paz que tuvo lugar en la región alemana de Westfalia. Dicho sea de paso, “realizada sin la participación y ni siquiera el conocimiento de la mayoría de los otros continentes y civilizaciones”[2].
En su análisis, Kissinger también se pregunta si “¿pueden regiones con culturas, historias y teorías de orden tan divergentes legitimar algún sistema común?”[3] y es que, el orden establecido tras la guerra de los treinta años, conocido como la Paz de Westfalia (1648), no representaría una idea univoca de lo que significa un orden mundial. Éste sería tal, únicamente para Europa, un orden basado en principios de legitimidad, soberanía y equilibrio de poder con la consecuente creación de los Estado-Nación. En consecuencia, para el académico estadounidense, es más probable que se den situaciones de conflicto (disputa de intereses) en lugar de orden; dada la heterogeneidad de visiones. De modo tal que, el punto de partida para su exposición, demuestra lo complejo que puede resultar responder a la pregunta inicialmente planteada.
Las regiones que Kissinger analiza y toma como casos de estudio son cuatro: Europa, China, el oriente medio (el Islam) y Estados Unidos. Cada uno de los cuales, asume su “propio orden” como algo único (lo que se puede denominar una heterogeneidad de visiones) y considera a todo lo demás como “bárbaro”. Una muestra de estas diferentes perspectivas, señala por ejemplo que, en China, la visión de orden consiste en autodeterminarse como el “Reino del Centro”. Es decir, ellos se atribuyen un rol hegemónico con la consecuente subordinación de otras sociedades a su primacía cultural y económica. Aunque es importante señalar que, en los últimos años, los nuevos gobernantes chinos han ido abandonado esta idea y se describen, más bien, como un país con un poder tradicional en el orden westfaliano, con pretensiones de modificarlo, pero no de sustituirlo. El caso de Japón, por su parte, visualiza una jerarquía internacional encabezada por su emperador japonés y la India, busca, más bien, insertarse en un sistema de alianzas con el conquistador al centro.
Mención aparte, a estas visiones, merece la planteada por “el Islam”, esta, según Kissinger, se sustenta en un gobierno de tipo teocrático; donde el objetivo radica en unificar y pacificar en una primera instancia el mundo árabe, para luego seguir, de manera progresiva, con el resto del mundo. De esta forma, el orden mundial no sería consecuencia de un equilibrio entre los diferentes Estados; sino, de la unificación de una sola estructura de poder mundial gobernada por el Islam[4].
Otra visión especial es la que tiene Estados Unidos, la cual puede catalogarse como un tanto “ególatra”; es decir, para ellos, el orden mundial consiste en un orden moral donde todo será perfecto; siempre y cuando, el mundo “entre en razón” y piense como Estados Unidos. Dicho de otra manera, un orden mundial involucra que todos los Estados del mundo compartan y practiquen las mismas instituciones norteamericanas (“democráticas”); sólo de esta forma se lograría la paz mundial, mediante una práctica generalizada de estos principios.
De las diversas concepciones analizadas, se puede concluir –como se dijo inicialmente- que no hay un consenso sobre lo que debe ser entendido como “orden mundial”. Esta situación conlleva a que cada actor busque imponer su propia visión, con lo cual se genera un desorden y, en consecuencia, conflictos. Si bien, en la actualidad, se habla muchas veces de una “comunidad internacional”, el alcance, método o límites de este término aun no son muy claros. Por lo que habría que pensar y analizar detenidamente lo que ello implica.
A lo largo de sus más de cuatrocientas páginas, el autor, aborda también el análisis de importantes personalidades europeas (el caso de Metternich, Richelieu o Bismarck) describiéndolos como “hombres de Estado”, cuya importancia radica en el diseño de políticas orientadas al exterior, en particular, y del orden mundial, en general. Del mismo modo, analiza la situación tras la conclusión de la Segunda Guerra Mundial, la guerra fría; así como las distintas fórmulas diplomáticas aplicadas en Europa, Oriente medio y Asia. Poniendo especial énfasis en China (país al cual le dedica un capítulo completo e incluso un libro aparte).
Además de todo lo ya mencionado, Kissinger aborda también, y con singular tratativa, los efectos de la tecnología en el orden mundial. En esta parte, se refiere a la proliferación nuclear y al ciberespacio; es decir, de qué manera estos elementos influyeron e influyen, aún, en la configuración del orden mundial (desde el fin de la II Guerra Mundial, pasando por la Guerra Fría, hasta la actualidad). Refiriéndose al ciberespacio, y dada su importancia para la vida presente, el autor critica el desconcertante nivel de desorden bajo el cual opera; señalando así mismo la necesidad de códigos de conducta internacionales en esta materia. También, analiza la repercusión de la era del internet en la conducción de la política actual y los retos que le impone a la diplomacia mundial. Como se puede apreciar, el texto de Kissinger contiene conceptos que giran en torno a diversas cuestiones, escenarios y actores para la reflexión; lo cual hace ver que éste no descuida ningún aspecto.
Para Kissinger, la búsqueda de un orden mundial que trascienda y abarque entidades sin relación histórica o cultural entre ellas, es sumamente importante. Para esto, pide rescatar el principio westfaliano de respeto a la multiplicidad; dado que –según manifiesta- es necesario para que diferentes países y civilizaciones puedan cooperar y buscar un concepto compartido de orden. El principal defensor de este diseño westfaliano seria Estados Unidos quien, a decir del autor, busca contrarrestar la anarquía internacional; apoyándose en estructuras internacionales (instituciones) que promueven el comercio abierto, principios de solución pacífica de controversias, entre otros. Estas instituciones, al menos en principio, partirían de un estado de neutralidad en cuanto alcanzan y respetan las diferentes culturas y regiones del mundo. Ahora, que tan cierto es ello, en base a los ejemplos reales, quizás merezca otro análisis; un estudio aparte le merecen los mecanismos empleados por la potencia del norte en esta defensa. A este respecto, Kissinger critica básicamente la convicción estadounidense sobre la universalidad de sus principios.
En una actitud optimista, el autor espera que los países puedan proponer acuerdos y concretar consensos que promuevan un “balance de poder” estable; esto, en la búsqueda de un orden internacional. Sin embargo, poco o nada le importan las visiones de orden internacional que existen en países subdesarrollados de las zonas de América Latina, África u Oceanía; ello debido a su visión realista de las relaciones internacionales, donde sólo se analizan y se toman en cuenta las acciones de las potencias. Esta postura puede parecer criticable, sobre todo tomando en cuenta que, si el escenario internacional se torna multipolar, como se afirma al inicio del texto, debería contemplarse al menos las visiones de orden de aquellos países clasificados como “potencias emergentes”. Pero, desde la óptica de las potencias, quienes son finalmente los que tienen una mayor capacidad de influencia; son los que finalmente cuentan.
Según Kissinger, los actores que construirán ese orden serán esencialmente Estados; y las amenazas al orden internacional provendrán de las interacciones entre ellos. Con este argumento, Kissinger presta poca atención a problemas y amenazas globales que no tienen su origen en conflictos relacionados al balance de poder. Sin embargo, reconoce la existencia de amenazas no estatales como el terrorismo, pero no le da la importancia debida. Este aspecto también es criticable, por cuanto las amenazas consideradas “no tradicionales” como las pandemias, el cambio climático, el crimen organizado, entre otros; han adquirido singular jerarquía en los últimos años y quizás se conviertan en la principal causa de futuros conflictos.
Finalmente, pese a no considerar el alcance de los actores no estatales y organismos internacionales en el orden mundial; Kissinger deja claro que el reto para los estadistas del siglo XXI será: “construir un orden mundial en medio de tantas fuerzas centrífugas”. Es decir, la construcción de un orden internacional compartido en un mundo con perspectivas históricas diferentes donde, cada vez más, hay una mayor presencia de conflictos violentos; asimismo, la tecnología en expansión invade a diario nuestro entorno y se vislumbra cada vez, con más fuerza, el extremismo ideológico. De ello trata World Order, un texto de suma importancia para quienes aspiran a comprender, mejor, parte de la realidad que los rodea.
[1] Cita obtenida de la página 2.
[2] Cita obtenida de la página 14.
[3] Cita obtenida de la página 8.
[4] El autor cita al Ayatolá Jomeini, quien buscaba la desaparición de los gobiernos en el mundo islámico para dar lugar a un gobierno único islámico.
https://www.youtube.com/watch?v=ZNpEQssf5Bw